La vida de doña Noemí Pérez Salazar y su esposo, don Juan Blanco Brenes, ha estado marcada por el esfuerzo y una alta dosis de positivismo, que los mantienen activos y con una memoria envidiable aún hoy, a sus 90 y 94 años, respectivamente.
Desde niños, sus días comenzaban antes de las 5:00 a.m. en su natal Zarcero porque en su época de infancia quedaba poco espacio para jugar y tampoco había dinero para que, al menos, fueran a la escuela. Salir de madrugada y bajo una abundante nubosidad al potrero a buscar las vacas para el ordeño era solo una parte de la rutina diaria de ambos en aquellos años.
“Yo fui a la escuela solo dos meses porque mi papá nos decía, eso no precisa, lo que precisa es enseñarlos a trabajar, me decía mi papá. Él me sacó de la escuela y me regaló un cuchillo grande, para que fuera al campo a trabajar”, recuerda doña Noemí.
Esta adulta mayor reconoce que le habría gustado terminar la primaria porque apenas aprendió a escribir su nombre y con mucha dificultad, sin embargo, asegura que aquel machete le permitió descubrir dos amores.
Una de esas pasiones es el campo, el aroma de las entrañas de la tierra, la agricultura, que para ella y su familia ha sido fuente de sustento y le ha permitido mantenerse activa a lo largo de sus años. Las labores agropecuarias también le cruzaron en su camino a don Juan, su compañero de vida desde 1956.
Tanto los años de infancia como de juventud fueron de trabajo arduo para ambos, aunque de gratitud por cada día y por cada momento compartido, una cualidad que los identifica claramente y parece ser el secreto de su armonía, alegría y buena salud.
“Muy poco me he enfermado yo, yo no he sido padeciente, la condenada pala es la que ahora me ha estado jodiendo, me produce un dolor de la cadera hacia abajo por ratos, pero, la verdad es que muchas cosas hay que hacerlas”, afirma don Juan con valentía.

Canas que le ríen a la vida
Ellos están a poco de cumplir 70 años de matrimonio, de miles de aventuras juntos, de momentos dulces y amargos, como la pérdida de cinco de sus 14 hijos.
Doña Noemí y don Juan son un ejemplo concreto de que el envejecimiento activo favorece la calidad de vida de las personas adultas mayores. Su pedacito de tierra ha sido el mejor gimnasio y consultorio médico, según afirman.
San Carlos cuenta hoy con más de 23.430 personas mayores de 60 años, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Es otra realidad cantonal.
Se trata de un proceso progresivo e irreversible, que para la Organización Mundial de la Salud (OMS), dentro de un marco de bienestar físico y emocional permite ampliar la esperanza de una vida saludable.

En el caso puntual de estos adultos mayores, ellos cuentan con el cariño y el cuidado cercano de sus hijos, así como con una socialización constante con sus vecinos en el asentamiento campesino El Progreso de San Lorenzo de San Ramón, donde viven hoy, lo que a su vez les permite ahuyentar la ansiedad y la depresión.
Para ambos, sentirse útiles y mantener su autonomía, sin depender directamente de otras personas, los conserva con energía y sueños como pareja, como familia.
“La mayor parte de la vida está llena de partes lindas. En las tardes, nosotros venimos y nos sentamos aquí en el corredor a conversar, a recordar que bonito era antes, que no había tantos peligros, y cuando comienza a oscurecer, vamos buscando el nidito. Cuesta, pero, sí es linda la vida”, afirma entre risas esta inspiradora señora.

Costa Rica, según INEC, tendrá en el 2030 casi 724 mil personas adultas mayores. Con la caída en la tasa de natalidad, el envejecimiento poblacional comienza a ser el nuevo rostro de nuestro país y de está Región Norte.
De cara a esta nueva realidad, los especialistas en geriatría destacan la importancia de mantener una convivencia familiar sana, combinada con una buena dosis de actividad física y un círculo cercano de amigos, que como en el caso de los protagonistas de esta historia, son ideales para mantener riendo a las canas en esta etapa de sus vidas.