La población de San Carlos envejece, de acuerdo con las cifras numéricas que maneja el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
En este territorio de la provincia de Alajuela viven 23.431 personas mayores de 60 años, una realidad progresiva que cada día plantea retos en términos sociales, de nutrición, salud y calidad de vida, tanto para las familias como para diferentes instituciones públicas, como la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
En 2019, los adultos mayores aquí rondaban las trece mil personas.
Esta población tiene mayor protagonismo en ocho de los trece distritos del cantón, con Ciudad Quesada a la cabeza.
Los otros distritos sancarleños donde las canas ríen y lloran son Aguas Zarcas, Pital, Pocosol, La Fortuna, Florencia, Cutris y Venecia, respectivamente.
San Carlos es el segundo cantón más poblado de la provincia de Alajuela, con más de 209 mil habitantes en total al día de hoy.

Poco preparados para envejecer
El envejecimiento poblacional es una realidad mundial y nacional, que no excluye a la Región Huetar Norte, una etapa de la vida que contiene cambios físicos, psicológicos y problemas crónicos de salud, entre otros.
En el caso de San Carlos, la población mayor de 60 años de edad representa este año el 11,2% de la población total del cantón.
Las proyecciones del INEC revelan que hay más mujeres adultas mayores que hombres. La estimación es de 11.816 mujeres mayores de 60 años y de 11.615 hombres.
Es decir, ellas representan el 50,4% de dicha población, mientras que los varones el 49,6%.
Para Norman Alfaro, administrador del Hogar de Ancianos San Vicente de Paúl de Ciudad Quesada, se trata de una realidad desafiante.
Señala que la evidencia permite establecer hasta este momento, líneas poco desarrolladas para un envejecimiento pleno y saludable, con el cuido y las atenciones necesarias, donde la situación socioeconómica de las familias rurales también pesa.
“Nosotros aquí tenemos adultos mayores que hay desde que levantarlos para bañarlos hasta hacerles la barba. Son cosas que para nosotros hoy son cotidianas, son sencillas, pero, llegará el momento en que alguien va a tener que ayudarnos y eso demanda tiempo, dinero y amor”, dice Alfaro.
Él considera necesario preguntarse, ¿Si cómo cantón, cómo región y como comunidad en general estamos preparándonos para envejecer con calidad de vida?
En este cantón, tanto el Hogar de Ancianos de Ciudad Quesada como el de Pital están en su capacidad máxima, con listas de espera como para llenar otra residencia geriátrica, más el abandono de adultos mayores en centros de salud.
“La cantidad de adultos mayores que quedan abandonados en los hospitales es mucha y pues, hay muchos que también están en las casas solitos, llevando solos la realidad de toparse con ser un adulto mayor. En el Hogar de Ancianos contamos con 62 adultos mayores, que les estamos tratando de dar la mejor calidad de vida”, detalló Alfaro.
De acuerdo con Alfaro, envejecer con calidad de vida es el reto para la población sancarleña a corto y mediano plazo, más cuando se toma en cuenta la longevidad como un logro.
“No quería ser una carga para mis hijos”
En el Hogar de Ancianos San Vicente de Paul encontramos a don Porfirio Barrantes Aguilar, de 78 años.
Este vecino de Platanar, en el distrito de Florencia de San Carlos, recuerda con mucha alegría sus años de infancia y de juventud, pese a que no tuvo oportunidades de estudio y el trabajo de campo en aquella época era duro.
“Cuando estaba pequeñito tenía que ordeñar vacas y quebrar maíz, a las 4:00 a.m. me levantaban a moler el maíz para luego ir a dejarle el desayuno a papá. (…) Pero, gracias a Dios logró uno jugársela, fueron tiempos muy duros, de mucho trabajo y cansancio, aunque bonitos a la vez”, describió este adulto mayor.
Don Porfirio es padre de cuatro hijos, a quienes considera como lo más bonito de su vida. Sin embargo, afirma que nunca quiso ser una carga para su familia cuando llegara a esta etapa de la vida y sin una pareja al lado.
Asegura que siempre tuvo claro que el Hogar de Ancianos iba a ser su segundo hogar, a donde llegó después de cumplir sus 70 años, y luego de que las botas de hule y el cuchillo dejaran de ser su medio de sustento tras pensionarse de su labor como peón agrícola.
“A como está la situación ahora y uno ser una carga, no. Yo empecé a hablar con uno de los jefes de aquí y ya tengo siete años de estar aquí, gracias a Dios. Aquí vivo sembrando y ayudando en lo que se pueda”, narró don Porfirio con una sonrisa tímida.
Tanto en el Hogar de Ancianos como otras fuentes consultadas por La Región resaltan la urgencia e importancia de pensar hoy en el mañana, de cómo tratar de envejecer bien, para que las canas rían a carcajadas en esta etapa gradual y natural de la vida,
