San Carlos también hace historia con la producción de piel humana a partir de rastrojos de hongos comestibles, piel que servirá para tratar quemaduras y otras lesiones que puedan llegar a afectar la salud de este órgano y poner en peligro a vecinos de la Zona Norte y el mundo entero.
Este proyecto es hijo de los estudios científicos, a lo largo de 14 años, para cultivar hongos Ostra en rastrojos de piña de este cantón, otra iniciativa única en su tipo a nivel mundial.
La producción de piel a partir de rastrojos de hongos comestibles es una novedosa técnica, que promete ser una aliada vital para la industria biomédica de todo el planeta.
La Sede Regional de la Universidad Técnica Nacional (UTN) está al frente de esta innovación, con sello 100 por ciento Sancarleño.
La científica Lilliana Rodríguez, Directora del Área de Investigación y Transferencia Tecnológica de la UTN, dijo a La Región que la meta a mediano plazo es, lograr que la Zona Norte sea también una región productora y exportadora de membranas de uso biomédico, para procesos de cicatrización.
“A veces pensamos que este tipo de cosas son ajenas a la Zona Norte, que solo en otros países se pueden hacer, pero realmente tenemos un gran potencial con todos estos residuos. La idea es que los aprovechemos con valor agregado y más bien los exportemos desde la región, lo cual nos favorecerá para la empleabilidad y el desarrollo económico”, destacó Rodríguez.
Tanto la producción de hongos Ostra en rastrojos de piña como la fabricación de piel a partir de rastrojos de hongos comestibles forman parte de un modelo de negocio socioambiental, que rompe paradigmas en esta región.
Una vez que el cultivo de hongos se ponga en marcha de forma comercial, reducirá la contaminación que provocan al ambiente los desechos de la fruta tratados de manera incorrecta, mientras que los restos de los Ostra se transformarían en insumos biomédicos, entre otros.
De acuerdo con Rodríguez, en estos momentos trabajan de manera conjunta con otros profesionales de la academia y centros de salud más especializados, para desarrollar ensayos de laboratorio más profundos, que permitan elaborar el tejido ideal para pacientes que lo necesiten a futuro.
Significa que, para su uso final en seres humanos o animales, todavía se requiere un poco más investigación.
“Todo lo que implique aspectos biomédicos tiene muchas más consideraciones y en eso estamos trabajando con centros más especializados. Lo importante aquí es como las universidades públicas y centros de investigación nos apoyamos, para no duplicar esfuerzos”, agregó la científica Sancarleña.

Este desarrollo ya está a nivel de prototipo, sin requerir reactivos químicos peligrosos para el ambiente o para las personas.
Los rastrojos de los hongos poseen, además, un potencial enorme para la producción de cartón, papel y mecates compostables, es decir, que pueden degradarse en la tierra y sirven como alimento para los microorganismos del suelo.