Reportaje Especial. Parte 2.
Con apenas 25 años, una esposa joven y una niña de dos años en brazos, Pilar y su familia son uno de los muchos ejemplos de nicaragüenses que deciden deja atrás el lugar que los vio nacer, sus costumbres, su cultura y “jugársela” para ingresar de manera ilegal a Costa Rica, por Los Chiles.
En un par de mochilas cargan apenas lo necesario para la travesía, que saben será difícil y peligrosa, pero con palabras tímidas manifiesta que la situación en Nicaragua está dura.
Pilar y su familia son originarios de la Región Autónoma de la Costa Caribe Sur, concretamente, el municipio Muelle de Los Bueyes, donde tienen un pedazo de tierra que cultivaban con ñampí y dos vacas les daban la leche necesaria para el consumo diario.
Asegura que el trabajo remunerado es escaso, tampoco tienen luz eléctrica y el agua la sacan desde una quebrada cercana al lugar donde viven.
“Es duro para uno dejar el pueblo y la familia. Pero vieras que ahora es tenso andar por Nicaragua cuando sale alguna chamba, la policía lo ve raro a uno, antes uno andaba más tranquilo, ahora no y no hay reales. Decidimos venirnos más que todo por la niña”, aseguró este joven migrante.

El sendero
Los nicaragüenses que deciden venirse para Costa Rica a trabajar y buscar nuevas oportunidades de vida, también deben adentrarse en el sendero sucio e inseguro que los traerá hasta Tablillas de Los Chiles y que representa una mezcla de valentía, sudor y lágrimas.
Además de caminar por entre plantaciones de naranjas, de lado nicaragüense, pasan por entre la misma quebrada y llegan hasta el mojón donde entran al trillo que los dejará a la orilla de la parada de buses de Las Tablillas.
Es decir, de allá para acá hacen el mismo trayecto bajo el sol y la lluvia, por entre barreales y el peligro de que una serpiente los ataque, riesgos que también experimentan los haitianos y venezolanos que cruzan desde Los Chiles hacia Nicaragua en su ruta por llegar a Estados Unidos.
Si antes de llegar al mojón se topan con oficiales de la policía nicaragüense, solo les muestran algún tipo de identificación y los dejan pasar… Otros caminan hasta salir a un lugar llamado “La Pulpería”, donde pagan taxis informales para que los dejen en Los Chiles centro, por unos ₡5.000 o en Pavón, donde el transporte cuesta ₡12.500.
Muchos caen en mentiras de los transportistas, quienes inventan que deben viajar en esos taxis informales hasta Pavón, por retenes fuertes por parte de la policía costarricense, pero en muchas ocasiones esas advertencias son falsas y logran sacarles más dinero a los migrantes que vienen en busca de una mejor oportunidad para sobrevivir.
Cuándo estuvimos en San Carlos de Nicaragua, en el Hospedaje La Gordita, también nos encontramos con dos jóvenes mujeres nicaragüenses en camino hacia Costa Rica.
Ellas tenían como objetivo llegar hasta San José, donde según nos comentaron, una tía les tenía ya un trabajo a ambas.
Un coyote les hizo la oferta de transportarlas en lancha desde San Carlos hasta el punto ciego llamada “La Esperanza” (lado nicaragüense). De ahí caminarían hasta La Trocha y luego hasta El Parque de Los Chiles, donde un carro particular las recogería y las dejaría en la parada de buses de Ciudad Quesada. Todo eso por, supuestamente, ₡20.000.
Sin embargo, ambas salieron a las 3:00 a.m. del hospedaje con el objetivo de pasar de forma independiente, pues no contaban con los ₡20.000 que les cobraba el coyote. La Región desconoce si lograron llegar a su destino o fueron interceptadas por la Policía de Fronteras costarricenses.
Hay muchos puntos más por donde pasan migrantes, a vista y paciencia de la policía nicaragüense, pero en Costa Rica, la histórica es otra. No obstante, la falta de personal hace que los patrullajes no sean tan seguidos, lo que aprovechan migrantes, coyotes y personas para pasar ellos y mercancías sin revisión.

Huyendo de la pobreza, el hambre y la represión política
El hemisferio vive la “ola” de migración más fuerte en décadas, de la cual Costa Rica y la Zona Norte no escapan al estar en medio de ese camino de escape de miles de personas desde sus países de origen.
Huyen de la pobreza, de la inseguridad, de regímenes totalitarios y tratan de escapar al hambre.
Según datos de Expediente Público -medio de comunicación independiente nicaragüense- solo en los últimos tres años han salido más de 100 mil nicaragüenses por la crisis económica, política y social provocada por la represión y persecución del régimen Ortega – Murillo, en su mayoría hacia Costa Rica.
El caso de Pilar, su esposa joven y su niña de dos años son un claro ejemplo.
“Nosotros tenemos un pariente en Zarcero, ahí es donde queremos llegar. Espero que me den chamba en alguna siembra. Es duro hermano, ser pobre es duro, hermano”, mencionó a este medio el joven inmigrante nicaragüense.
Casi el 50% de la población de Nicaragua vive por debajo del umbral de la pobreza, según datos de Humanium, una ONG internacional.
Por otra parte, datos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), indican que, hasta el 8 de febrero de 2022, unos seis millones de venezolanos habían dejado su país, para ubicarse en países de Suramérica.
Este auge se explica, en parte, porque Joi Biden, quien llegó a la Casa Blanca en enero de 2021, mantuvo las sanciones impuestas a Caracas por su predecesor, Donald Trump, que afectan especialmente al sector petrolero, el principal motor económico venezolano.
Sin lugar a dudas, estas situaciones convierten a Costa Rica en un refugio para los nicaragüenses que huyen de la pobreza en su país, pero también nuestro país y esta Región Norte, como puentes para los venezolanos y haitianos que procuran llegar a Estados Unidos, sufren la necesidad de mayor atención humanitaria, de salud y de seguridad en este paso de entrada y salida de miles de familias migrantes.
Colaboración de Israel Vallejos para La Región con este trabajo especial.