De la pluma de la periodista Angela Ulibarri, les compartimos la historia de Bernarda Vásquez la primer mujer en emitir el voto en Costa Rica:
Por precisada dejó huella en la historia.
Bernarda Vásquez Méndez, el 30 de julio de 1950, llegó en la madrugada a la cocina de la escuela, encendió el fogón, puso el agua para café, alistó la masa para las tortillas, y puso el comal para calentar los picadillos que comerán los señores del registro Civil quienes llegarían para iniciar las primeras votaciones de la mujer en Costa Rica. Siempre precisada se asomaba a ver cuándo se podía votar. Ella les dijo que es que no podía dejar la cocina. Entonces abrieron la mesa y en carrera metió el dedo en la tinta y señaló cuál era su decisión sobre La Tigra. No se dió cuenta de que acaba de entrar a la historia de Costa Rica para siempre.
Entusiasta siempre. Bernarda Vásquez no se casó ni tuvo hijos. En el pueblo de La Tigra se le recuerda como una mujer alegre y siempre dispuesta a ayudar.
Era una joven de 27 años y se levantó temprano para abrir la puerta del sufragio directo y secreto a miles de mujeres costarricenses.
Ese día, se celebró el plebiscito en donde se decidió la pertenencia definitiva del entonces distrito ramonense de La Tigra al cantón de San Carlos.
Un año antes, el 20 de junio de 1949, la Asamblea Constituyente les dio a las mujeres costarricenses el derecho a votar.
Si algo caracterizaba a Vásquez eran sus arraigadas convicciones democráticas.
El 14 de enero del 2006, a pocos días de las elecciones que ganó Óscar Arias Sánchez, ella dijo a La Naci¿’: “Lo peor que puede hacer un costarricense es dejar de votar, porque gracias a nuestro sistema político siempre hemos tenido paz y tranquilidad”.
En esa misma oportunidad, la niña Bernarda como la conocían amigos y familiares, reiteró su desacuerdo con usar lapicero para votar en vez de la huella dactilar del dedo pulgar derecho.
Su oposición a la resolución del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) era tanta que, en los comicios del 2002, hizo público su voto para que un miembro de la junta receptora marcara con equis en la casilla correspondiente al entonces candidato Abel Pacheco.
“Prefiero mancharme el dedo con tinta, como antes. Siento que marcar con lapicero es como si no hubiera votado y me gusta sentir que voté”, argumentó esa vez.
Recia personalidad. De hablar directo, doña Bernarda parecía tener un carácter fuerte, pero en realidad era una persona muy cariñosa y dulce, según recuerda uno de sus sobrinos, José Vásquez.
Tras la muerte de sus padres, ella se encargó de cuidar a sus dos hermanos mayores –quienes tampoco se casaron– hasta el día en que estos murieron.
“Era una católica ferviente, que no faltaba a misa los domingos. En política, era una entusiasta calderonista y en futbol una aficionada a la Liga Deportiva Alajuelense”, recuerda su sobrino.
“¡Quién se iba a imaginar que aquella niña inquieta que nació el 3 de febrero de 1918 en San Ramón de Alajuela sería recordada por siempre como la primera mujer costarricense que ejerció el derecho al voto!”, comentó Vásquez en una publicación del Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu).
Sí, ¡quién lo iba a imaginar!
Con su humildad y perseverancia para todo, desde coger la escoba hasta preparar sus famosos picadillos de arracache y chicasquil, doña Bernarda sin quererlo escribió una página destacada en la historia costarricense. Miles de mujeres se lo deben.