Puede que la palabra tsunami no sea un término habitual cuando se habla de los sistemas meteorológicos estadounidenses, pero para Ryan Hendricks, concejal quinault de Taholah, los simulacros de emergencia eran una parte habitual, aunque aterradora, de su infancia.
“He asistido a cuatro evacuaciones por tsunami desde que era pequeño”, afirma. “Y lo que más me preocupa, ahora que tengo mi propia familia, es que se produzcan por la noche. Tenemos la suerte de contar con sirenas de tsunami, pero dicen que sirven para un lapso de evacuación de 10 a 15 minutos. Eso significa que no hay pertenencias (que llevarse), no hay fotos. Te conformas con salir solo con vida”.
En noviembre de 2022, el Gobierno de los Estados Unidos concedió 75 millones de dólares a repartir a partes iguales entre tres comunidades indígenas, una de ellas los quinault. Hasta la fecha, este es uno de los mayores esfuerzos del país para trasladar a comunidades que corren peligro por los efectos catastróficos del cambio climático.
Para la Nación Quinault, autogobernada desde 1990, el proceso de reubicación comenzó hace dos décadas, incluido el traslado del centro de salud de la comunidad.
“Estamos muy agradecidos por los dólares que hemos recibido hasta ahora, pero es una cuarta parte de lo que va a costar el traslado a la colina”, dijo Guy Capoeman, presidente de la Nación Quinault.
La crisis climática es la crisis del agua
Johannes Cullmann, vicepresidente de ONU-Agua, explicó que la crisis climática “es ante todo una crisis del agua”.
Entre la subida del nivel del mar por el deshielo de los glaciares y de las placas de hielo ártica y antártica, así como el cambio de la pluviosidad, afirmó que los periodos de sequía que ahora son más prolongados están relacionados con el aumento de los incendios.
“Todo nuestro entorno cambia si cambian las precipitaciones, porque es esa humedad en nuestros ecosistemas [y] en los suelos la que permite crecer a nuestras plantas, pero también la que nos protege del calor extremo y la aridez”, afirmó.

Sequía en Arizona
A unos 1500 kilómetros de distancia, en Phoenix, en el estado norteamericano de Arizona, situada en el desierto de Sonora, una megasequía que ha durado ya 23 años está suscitando preocupación sobre cómo podrá la ciudad mantener su suministro de agua.
La ciudad se enfrentó este verano a una ola de calor. En julio se registraron 31 días consecutivos de temperaturas superiores a 43°C, superando el récord anterior de 18 días, establecido en junio de 1974.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) declaró julio de 2023 el mes más caluroso jamás registrado.
Un equipo de empleados y voluntarios de la recién creada Oficina de Respuesta y Mitigación del Calor de la ciudad de Phoenix (la primera de este tipo en Estados Unidos) trabaja para suministrar rápidamente agua a la población sin hogar de la ciudad.
Michelle Litwin, directora del Programa de Respuesta al Calor, lleva a cabo actividades comunitarias en zonas vulnerables cuatro veces por semana.
“Definitivamente, hay una mayor sensación de urgencia”, afirmó. “Lamentablemente, cada verano estamos viendo que el número de muertes relacionadas con el calor aumenta”.