¿Sabía que el 45% de las frutas y vegetales que se cosechan en todo el mundo se desperdician? La cantidad equivale a algo así como 3.700 millones de manzanas.
También, se desperdicia el 30% de los cereales o 763.000 millones de cajas de pasta y, de los 263 millones de toneladas de carne que se producen mundialmente cada año, se pierde el 20%, el equivalente a 75 millones de vacas.
En total, según cifras del Fondo de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se pierden 1.300 millones de toneladas de comida producida para el consumo humano, un tercio del total.
El desperdicio ocurre en todos los procesos de producción, cultivo, procesado, distribución y consumo. Es decir, tanto los agricultores como las compañías, los restaurantes, así como los consumidores tienen responsabilidad en la cantidad exorbitante de comida que se pierde.
Esto ocurre mientras existen 821 millones de personas que padecen de hambre en el mundo. Una de cada nueve personas sufre de inseguridad alimentaria, pero en realidad se producen alimentos más que suficientes para todos.

El desperdicio visto como una oportunidad
Una de las mayores acciones que se pueden realizar para llegar al Hambre Cero, es acabar con el desperdicio.
Varios jóvenes chefs y restauranteros se dieron cita en la ONU para compartir iniciativas que están cambiando la manera en la que sus negocios manejan y controlan el desperdicio, no sólo para aprovechar más la comida, sino para evitar la contaminación que se genera a partir de los residuos.
Ana Caballero, es chef y la gerente de compras de Fork, uno de los restaurantes más importantes y pioneros en el manejo sostenible de los residuos de comida en Filadelfia, Pensilvania, Estados Unidos.
“Yo vengo de Honduras, me críe en una finca y con una mamá que hacía todo hecho en casa y todo fresco”, cuenta, diciendo que a veces ve cosas en la industria restaurantera de Estados Unidos que la hacen reflexionar.
“El tema de desperdicio de comida es un gran problema, desde comida que regresa en los platos y como se maneja y también cuando se está preparando y se está botando mucho. Se necesita buen liderazgo y gente con un nivel de entendimiento, educación e interés para hacer estas cosas. Hay un déficit por seguro de buen manejo en restaurantes”, asegura.
Ana hizo un máster en cultura gastronómica con énfasis en ecología y sostenibilidad y es por ello y por lo que ha visto de sus padres, que tenían una pequeña pizzería en Honduras, que ha querido implementar pequeños cambios en su nuevo trabajo, para hacer la diferencia.