Empapado en sudor y llevando consigo una bolsa con una tienda dentro, Wilmer, granjero venezolano de 26 años, llega en una embarcación angosta de madera a Bajo Chiquito, Panamá, después de un viaje de cinco días a través de una de las más peligrosas y abrumadoras rutas migratorias de todo el mundo: el Tapón del Darién.
Atrás y adelante de Wilmer puede verse una veintena de embarcaciones en fila india, con unos 16 hombres, mujeres y menores a bordo, emergiendo de la selva a lo largo de las aguas fangosas del río Turquesa.
Estos botes han hecho un recorrido de aproximadamente 15.000 kilómetros cuadrados de selva, montañas irregulares, ríos embravecidos, pantanos y picaduras de insectos que se extienden a ambos lados de la frontera entre Colombia y Panamá.
Incluso para Wilmer, que es joven y se encuentra en buen estado físico, la travesía fue verdaderamente una prueba de resistencia.
“El viaje fue extremadamente difícil; apenas si pude dormir. Mírame, estoy en buen estado físico y aún así mi vida corrió peligro. Imagínate lo que es para las mujeres embarazadas o los menores. Es un desafío extremo. No recomiendo cruzarlo de a pie”, dice mientras recuerda el momento en el que saltó a un río turbulento para rescatar a un niño haitiano que había sido tragado por la corriente.

Wilmer se fue de Maracaibo, en la costa caribeña de Venezuela, con cinco amigos y 450 dólares, suma equivalente a los ahorros familiares de todo un año, esperando conseguir un trabajo mejor en el norte y poder ayudar a sus padres y tres hermanos que había dejado atrás.
Cada persona migrante representa una vida llena de dificultades. Durante la larga travesía por la selva, los menores y las familias quedan expuestos a múltiples formas de violencia, incluyendo el abuso sexual y la explotación, la falta de agua potable y alimentos, ataques de animales salvajes y ríos desbordados.
De acuerdo con estadísticas del Gobierno de Panamá, desde enero a abril de 2023 una cifra récord de 148.000 personas cruzaron el Darién, huyendo de la violencia o de la pobreza, con el sueño de una vida mejor, un buen empleo y la oportunidad de enviar dinero de regreso a su hogar a los parientes que han dejado atrás, todo eso los impulsa a embarcarse en este peligroso viaje a pesar de los incontables riesgos que les espera.
A lo largo de los años el Darién se ha convertido en un punto habitual de tránsito para los migrantes que se dirigen al norte. Las cifras más recientes de 2023 sobrepasan ampliamente los altos números del 2022, año en el que 258.000 personas lo cruzaron.
Muchos están equipados muy precariamente para el viaje que suele durar de dos a diez días y en el que, al menos, 137 migrantes fallecieron o desaparecieron el año pasado, de acuerdo con datos del Proyecto Migrantes Desaparecidos.