El acuarista alemán, Heinz Arno Drawert, encontró en la década de 1990, en un charco camino a su casa en el oriente boliviano, un pez muy peculiar, que no se parecía a ninguno de los que conocía hasta ese momento.
Tampoco encontró algo relacionado en libros. Pero, la imagen lo acompañó por más de 20 años como un recordatorio de que debía incluirlo en sus investigaciones futuras y descubrir los detalles de la especie.
El estudio de los peces siempre fue su pasión y en 2018 decidió comenzar con un proyecto ambicioso como investigador asociado del Museo de Historia Natural “Noel Kempff Mercado”, en el Departamento de Santa Cruz. Su objetivo era conocer a profundidad la especie rivúlidos que habita en el país.
Aunque la pandemia cambió el plan inicial, no fue un impedimento, ya que invirtió el tiempo del confinamiento en un arduo trabajo de gabinete.
En 2021, volvió a Santa Rosa del Sara, en el departamento de Santa Cruz, el lugar donde tuvo el primer avistamiento, años atrás.
“Fue fácil, el primer día encontré montones. Tomé las muestras que necesitaba, los datos y luego al trabajo de gabinete para la revisión, comparación, etcétera, y salió que era algo desconocido para la ciencia. A partir de ese momento comenzó todo el proceso de descripción de la nueva especie”, relata Arno.
Una especie fascinante
La noticia de este descubrimiento tuvo mucho eco a nivel internacional por una característica muy peculiar. esta especie tiene la capacidad de salirse voluntariamente del agua, permanecer durante horas en la intemperie y transformar su forma de respirar a un tipo de respiración dérmica como la de los anfibios.
Aunque el investigador aclara que no es un rasgo exclusivo, sino que muchos otros de los denominados “killis sudamericanos” la poseen y la gran mayoría son peces estacionales.
“Estos peces se han adaptado durante cientos de miles o millones de años a vivir en un cierto tipo de ecosistemas que llamamos estacionales, temporales o incluso efímeros. Se puede decir que son charcos de agua que solo están una temporada, una semana o unos meses y el resto del año están secos. Su principal adaptación es que los huevos pueden sobrevivir sequías”, afirma Arno.

Según el acuarista, los huevos se pueden mantener en un estado de latencia, incluso hasta por tres años, sin importar que los peces adultos desaparezcan y cuando nacen, comienza nuevamente el ciclo.
Un dato interesante es que los científicos detectaron que si los huevos son consumidos por aves, sobreviven en su tracto digestivo convirtiéndose en un “transporte” de los huevos.
Los “Moema Juanderibaensis” dejan de respirar por las branquias que se cierran cuando salen a la superficie y lo hacen a través de la piel como las ranas, sapos y salamandras, anfibios con morfología para vivir fuera del agua.
También, son muy inquietos, miden entre cuatro a cinco centímetros y tienen un color verde grisáceo con puntos celestes, azules, naranjas y rojos. Los machos son más grandes y vistosos que las hembras.
Aunque este es un importante hallazgo, el experto aclara que aún falta mucho por estudiar sobre todo en el campo anatómico fisiológico para comprender la adaptación de la especie.
La región boliviana de Santa Cruz, donde habita esta especie, tiene una de las áreas de mayor expansión agrícola y se estima que el 70 % u 80 % de su hábitat potencial ha desaparecido en los últimos 30 años, una tendencia que lamentablemente es constante y constituye la principal amenaza.
Lo importante para la conservación de la especie es que se mantengan los charcos resguardados con amplia vegetación alrededor.