Personas de todo el mundo se han acostumbrado a utilizar el comercio electrónico por su comodidad, sobre todo durante la pandemia por coronavirus (COVID 19). Sin embargo, muchas de ellas tal vez no sepan que las plantas y artículos reglamentados, como los productos agrícolas, que se compran o venden por internet pueden ser portadores de plagas y enfermedades que pueden perjudicar la flora de un país.
Como ejemplo de lo que puede ocurrir, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación cuenta la historia de Emily*, quien hace dos años, recibió inesperadamente un paquete en su localidad natal de Christchurch (Nueva Zelanda). Su hija de 12 años había comprado huevos de insecto por internet sin que ella lo supiera.
“A mi hija siempre le han gustado los insectos. Ha pasado por distintas etapas de afición por las criaturas marinas, las hormigas y diversos insectos”, señaló Emily. “Mi hija, que sueña con llegar a ser entomóloga, me dijo que había comprado huevos de insecto por internet procedentes de Portugal. Quería incubarlos y tenerlos de mascota”, añadió.
Cautelosos respecto de los potenciales riesgos de los huevos, Emily y su marido llamaron a un amigo que les aconsejó ponerse en contacto con el Ministerio de Industrias Primarias de Nueva Zelanda.
Rápida actuación
“Cuando recibimos una notificación, tenemos la obligación de ponernos en contacto con el autor de esta en el plazo de 30 minutos. Hablamos con la madre y le dijimos que debíamos retirar los huevos para mitigar cualquier riesgo”, dijo Carolyn Bleach, directora del equipo de sanidad vegetal para la vigilancia de la bioseguridad e investigación de incursiones del Ministerio de Industrias Primarias.
El equipo del Ministerio indicó a Emily que abriese el paquete con cuidado, tomase fotografías, lo metiese en el frigorífico por la noche y que luego lo dejase en la caja de su buzón a la mañana siguiente.
Al día siguiente, un investigador recogió los huevos desde casa de Emily y los trasladó al laboratorio fitosanitario y medioambiental con el fin de identificarlos y comprobar si suponían algún riesgo.
Después de realizar las correspondientes pruebas de diagnóstico, el Ministerio averiguó que se trataba de 14 huevos viables de insecto palo de la India.
Aunque ciertas especies de insecto palo son relativamente comunes en Nueva Zelanda, el Carausius morosus, que era el insecto encontrado en el paquete de Emily, no tiene presencia en el país y no está permitido importarlo, ya que puede dañar la biodiversidad local.

El peligro
“Si se estableciera aquí, podría afectar a nuestra flora local y desplazar fauna endémica, pero también podría repercutir en nuestras industrias primarias”, señaló Bleach.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Nueva Zelanda es uno de los principales productores y exportadores de productos frescos, como el kiwi, la manzana y el aguacate, con un valor de exportación total de productos agrícolas y ganaderos de 4500 millones de dólares en 2021.
Las plagas pueden estar presentes no solo en las plantas, sino también en el suelo de las plantas importadas, en los embalajes de madera no tratada, en semillas o en artículos hechos de madera, como productos de artesanía, muebles y tablones.
Las plagas y enfermedades de las plantas pueden viajar a través de las fronteras por correo tradicional, sistemas de mensajería, así como transporte aéreo o marítimo. Sin un certificado fitosanitario para la importación, existe un gran riesgo.
Cuando las plagas de plantas se asientan en un sitio nuevo, erradicarlas se vuelve muy costoso y casi imposible de realizar. Cada año se pierde hasta un 40 % de los rendimientos de los cultivos agrícolas debido a las plagas de las plantas con pérdidas de hasta 220.000 millones de dólares en el comercio agrícola.